Por una caricia, te doy mi vida
Sarah es uno de esos claros ejemplos de la negligencia humana, de la falta de empatía hacia los animales. Esta preciosa perrita pasó una vida solitaria, atada sin más a una cadena y viviendo en la frialdad de una caseta en la calle, siendo absolutamente ignorada por sus “humanos”, sin recibir caricias, ni cariño por parte de nadie. Un “juguete roto” para una familia sin sentimientos.
Por suerte PETA logró rescatarla. Sarah se recuperó rápidamente y, tal y como se merecía, encontró una familia que la adoptó para poder disfrutar de su amor hasta el final de sus días.
Sarah no volverá a estar sola.